Siempre a las 10 de la mañana para hacerse una glucemia capilar, la enfermera la veía temprano, llevando a los nietos a la escuela. Después cerca del consultorio, hablando con los vecinos, el resto de las personas conversaba un rato después se marchaban, ella quedaba sola en la esquina. Luego con calma entraba en el consultorio y pedía tomarse la presión y hacerse una glucemia capilar. La enfermera se limitó a mirar e hizo la misma pregunta desde hace dos meses.
– La señora tomó su desayuno ? – y siempre la misma respuesta.
-No desayuné aún mi niña.
Ya tenía marcado consulta con el médico, María Aparecida, era diabética y nunca la había visto descompensada en consulta, el vestido sencillo de señora sin muchos adornos, de sonrisa fácil que daba deseos de amar la vida con tanta aura positiva.
Más algo llamaba su atención, cada semana, siempre de noche, un chofer de la guardia nocturna subía con ella para el hospital, cada semana volvía con el mismo diagnóstico Diabetes descompensada. Le pasaron suero, daban insulina rápida, en el resto de la semana siempre compensada de la glicemia. ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo podía ser posible? Eran muchas dudas. Ese día había pensado resolverlos.
-Buenos días, María Aparecida.
– Buenos días, enfermera. Todo bien?
-Todo, bueno casi todo.
– Yo haciendo mi parte en esta vida, mi niña ya deje mis nietos a la escuela y ahora aquí para medir mi Diabetes.
-Vamos a medir su diabetes, María Aparecida, cogió el glucómetro, una aguja desechable y con destreza pincho el pulgar y dejó escapar una gota de sangre encima de la tirita de prueba. Esperó unos segundos.
– 88 Mg / dl. ¿No es posible?
– ¿Por qué enfermera?
– ¿Usted fue al hospital cuando, María Aparecida?
– Ayer.
– ¿Tomo su medicina, hoy?
– ¡No estoy loca, imagina!
– ¿Cómo es posible que hoy este normal? ¿Qué comió ayer?
– No comí nada , enfermera padrón. Siempre con una sonrisa en su rostro.
-¿Todavía está en ayuno? Va a tener convulsiones un día, no puede estar en ayunas tanto tiempo, el diabético tiene que comer, 4 en 4 horas, frutas, pan, jugos, está haciendo todo incorrectamente.
– ¿Cómo voy a hacer eso, seño?
– ¡Organizando sus horarios, María Aparecida!
-Cómo voy a organizar lo que no tengo, en casa el desayuno es sólo para los niños, y solo café hay días que sin azúcar, mi Viejito y yo si desayunamos no tenemos almuerzo y si almorzamos no cenamos. Y la sonrisa cubrió toda la cara.
La enfermera dio otras indicaciones y siguió trabajando, a la hora del almuerzo, comió sin prisa, mirando por las ventanas las nubes dispersas que anunciaban lluvia tardía septiembre, sin dejar de pensar en la señora María mientras miraba su almuerzo.

Camilo Francisco Ramos Pérez

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